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La de Monty es una historia de pánico y terror a los humanos. No sabemos su razón, su pasado, si fue un maltrato brutal o tal vez fruto de la indiferencia del ser humano hacia nuestro pequeño, tal vez nunca tuvo contacto, nadie lo ayudó jamás. Lo que si pudimos asegurar enseguida es que estaba en un gran peligro, cruzando la carretera para buscarse la vida desde su pequeño “refugio” donde pasaba las noches. Monty no nos lo puso fácil, el rescate costó mucho tiempo y trabajo, hasta la fecha, es el rescate más complicado que hemos tenido, pero siempre merece la pena. Ya está a salvo, ya no se la juega cada vez que cruza la carretera. A Monty tuvimos que meterle en un cuarto especial antiescapistas, vallado hasta el techo de su patio, ya que tiene la habilidad de escalar. Aún no admitía ningún contacto, en cuanto escuchaba a alguien, se escondía en el último rincón que encontraba, temblando de pánico y, por supuesto, mirando a la pared o al suelo, no aguantaba la mirada. Estaba destrozado, psicológicamente roto, hundido, andaba encorvado, siempre asustado, en pánico. Pero tuvimos paciencia, él marcaba los ritmos que necesitaba. Poco a poco fuimos quitando elementos del transportín donde se le rescató, que lo utilizaba de refugio cuando nos olía, y se iba acostumbrando a su nuevo hábitat y, lo más importante, a nuestra presencia. Hasta que, un día, tras un largo tiempo de darle su espacio, comenzó a rendirse ante una pequeña caricia. Ha comenzado a sentirse cómodo en su cuarto y a demostrar alegría moviendo el rabito y dando saltitos cuando entramos en su recinto, pero ha necesitado meses para poder ponerle una correa y en querer recibir una caricia. Atrás quedaron los días cuando, al querer acariciarlo, nos intentaba persuadir lanzando bocados. Él no lo sabe, pero paso a paso, está conociendo la ternura de una mano amiga y ya sus ojos están comenzando a brillar como nunca. Estos avances no hubieran sido posibles sin sus grandes terapeutas, sus compañeros de juego Milú, Tintín, Baloo y Once. Por eso para su adopción, pedimos que haya otro perro de tamaño pequeño en su familia (los perros grandes le asustan bastante). Monty necesita un referente, necesita un perro sociable que le enseñe y le de esa confianza que a él le falta. Por otro lado, es importante saber que quien adopta a Monty, no se va a encontrar un perro que desde el principio haga todas las “monerías” que hacen los perros sin traumas. Monty no va a mover el rabo hasta que no coja confianza, no va a buscar caricias ni va a dormir a tu lado, quizás, ni sea capaz de comer si estás presente. Todas estas cosas seguramente las consiga hacer, sí, pero con muchísima paciencia y respeto a su ritmo. Sabiendo interpretar cuando algo le incomoda y se debe ir despacio y anteponiendo su seguridad ante todo. Muy importante para su rehabilitación, es contar con un “perriherman@” que sea sociable. Durante este tiempo sus compañeros han sido su terapia, por lo que buscamos que la familia adoptante tenga un peludo del mismo tamaño o menor que Monty (los perros grandes le dan miedo y no suele mostrarse amigable). Monty espera esa familia que sepa entenderlo y ayudarlo, esa familia que poco a poco transforme con amor a este gran diamante en bruto. Nuestro pequeño necesita un gran trabajo, pero también nos regala una gran ilusión y alegría en cada avance. Y esa felicidad con la que ahora nos recibe, es una de las satisfacciones más grandes con las que sin duda te encuentras cuando te implicas en esta gran aventura.